II.- Moby Dick se traga a Jonás.

Marbella, 10 de Marzo de 2005. 09:00 Horas.
 
Salgo de casa en dirección a la estafeta del Corte Inglés, para enviar un burofax. De ahí me dirigiré hacia los Juzgados de Arias de Velasco a dejar un par de escritos en el casillero de mi procurador y luego, directo al despacho, con los deberes de calle hechos.

A medida que avanzo hacia Banús, con la radio puesta y la ventana del coche abierta para que salga el humo del cigarrillo, me sorprende que a pesar del corto recorrido, he escuchado ya varias veces ruido de un helicóptero sobrevolando la zona, por lo menos tres. Pero estamos en Marbella, y bueno... tampoco es tan extraño...

Me entretengo un rato en el Corte Inglés, ya no recuerdo en que, saliendo de allí algo tarde y cuando voy por la autovía recibo una llamada de teléfono en la que me informan que han detenido a un cliente y su familiar me pide que lo asista.
 
Así que, entre sorprendido y preocupado, cambio de planes. Hay que parar en comisaría.

En la zona es prácticamente imposible aparcar, así que recurro a la sucia esquina del contenedor, dejando el coche como buenamente puedo y cruzando la calle a toda prisa. 

Subo las escaleras de Comisaría. Me identifico, pregunto por mi cliente y quedo a la espera de alguien que va a venir a informarme. Por lo que me siento en los sillones de la entrada y cojo un periódico gratuito para pasar el rato.

A mi lado hay sentada una chica policía de uniforme y un par de niños con los que habla y que para entretenerse dibujan algo.

Tras unos minutos de espera, afortunadamente no demasiados, un agente me informa. Mi cliente ha sido detenido, pero no me sabe decir por qué, ya que el grupo que se encarga del caso se lo acaba de llevar para hacer un registro en su domicilio. Los niños que están en la entrada son sus hijos, que estaban con el cuando lo arrestaron, pero ya se ha hablado con un familiar que los va a recoger. Y no me puede indicar nada más.

Así que vuelvo a llamar al familiar del cliente, le pido la dirección de su casa y salgo inmediatamente para allá.

Cuando llego a la urbanización no tengo oportunidad de perderme, porque aunque es bastante lioso localizar una vivienda concreta, la presencia de policías por todos lados me facilita la tarea y me lleva directo a su apartamento.

No hace falta llamar, porque está abierto y en el interior del piso un mínimo de diez policías andan de un lado a otro, revolviendo cajones y moviendo bolsas.

Me identifico y me llevan para adentro. En la mesa del salón el Secretario del Juzgado, toma notas. Le facilito mi nombre completo, mi número de colegiado y como ya me conoce, me pasan a la habitación del fondo para que vea a mi cliente.

No puedo hablar con el. No me dejan. Así que le saludo desde lejos, mientras los funcionarios retiran el disco duro de un ordenador.

De vuelta al salón, veo desde el pasillo como en el dormitorio de los niños también están desmantelando otro ordenador. Los agentes, uniformados y algunos de ellos con antibalas, no paran de pasar hablando entre ellos.

Durante un buen rato superviso el acta que va levantando el Secretario. Y cuando finalmente han terminado de desmantelar la casa, se llevan todo lo que les parece y me informan que mi cliente va a ser trasladado a la Comisaría Provincial de Málaga, donde se le tomará declaración mañana.

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